Todos seguimos vinculados con nuestros ancestros. Pero este vínculo la mayoría de las veces, pasa desapercibido. A lo más que llegamos es a ver como nuestros ancestros a nuestros padres y a alguno de nuestros abuelos. Si somos afortunados a los cuatro abuelos, pero si no, seremos más apegados a los maternos, o a los paternos, pero no a ambos lados del árbol genealógico.
Pensar en conocer las historias de nuestros bisabuelos o de nuestros tatarabuelos se vuelve complicado porque estos se han perdido en las obscuridades del tiempo.
Hoy en día es bien conocida la importancia del árbol genealógico en la vida de una persona. La herencia genética que se recibe de los antepasados es cargada dentro del ADN del individuo y le condiciona para vivir ciertos conflictos mentales y emocionales, muchas veces difíciles de comprender.
La forma en que funciona la transmisión de esta información es la siguiente:
Alguien vive un evento, que altera un gen debido a su fuerte carga emocional. Pero queda solo ahí como vivencia, Por ejemplo: un abuelo ha vivido un trauma sin poderlo digerir durante su periodo de vida.
Después los padres llevan ese mismo evento en la mente, ese trauma lo “psicologizan”, pero no es hasta la siguiente generación que se somatizan bajo la forma de trastornos o enfermedades, también se puede incluir el alcoholismo, patrones de abuso físico y sexual, crueldad emocional, extremismo religioso, racismo, sexismo, temas de dinero y pobreza.
Date cuenta entonces que ellos pueden ser tanto el origen de una dificultad como la posibilidad de solucionarlo. Por eso es tan importante reconocer, aceptar, valorar y soltar a nuestros antepasados. Es una buena manera de recuperar el control de nuestra Vida.
Tomar consciencia de esto puede permitirte abrir una puerta que te ayude a resolver tus problemas actuales y evitar heredárselos a futuras generaciones.
Yo soy Luisa Isabel, Sembradora de paz.
